La tolerancia a la frustración... esa gran desconocida.

viernes, 23 de abril de 2010
A veces vivimos la vida como una rutina que monotoniza nuestros días, acostumbrándonos a los acontecimientos que van sucediéndose y que, poco a poco y gracias a las repeticiones, vamos considerando como "normales". Pero no está de más, de vez en cuando, deternerse en el camino para dedicar unos minutos a pensar en los cambios que la sociedad está experimentando y buscar sus causas como primer paso para solucionarlo, o por lo menos, dirigir estos cambios por un camino que no lleve a situaciones disruptivas en un futuro.

A mi se me ocurre una pregunta: ¿Que le parece estar pasando a la sociedad? En pocos años se ha producido un cambio social preocupante tanto por la cantidad como por la calidad del mismo. Mientras hace escasamente una década, las jerarquías de poder estaban bien definidas y las autoridades correspondían a los padres y profesores, en estos últimos años estamos siendo partícipes de una sociedad juvenil mucho más revoltosa, dominanta, violenta y machacadora. Cada vez son más las noticias que nos muestran ataques de alumnos a sus profesores, y cada vez son más las madres que piden ayuda profesional para evitar que sus hijos se apoderen de ellas y para prevenir, en algunos de los casos, maltratos emocionales, psíquicos y físicos de sus propios hijos.

¿Quién tiene la culpa? ¿Padres, o hijos? Bueno; en mi opinión solo hay causas, no culpables; y no todo recae en la educación que los padres les ofrecen a sus hijos, como parece estar de moda afirmar a nivel de calle. ¿Y entonces? Es más bien un cúmulo de todo lo que viven los niños, dentro y fuera de casa, y de las estructuras de la sociedad en general; porque la sociedad no les ha enseñado a aceptar la frustración, es decir; no les ha enseñado a esperar, a desear algo y no poder conseguirlo, a aceptar que la vida tiene situaciones que se van a desarrollar como nosotros queramos, y situaciones que no se van a desarrollar como nosotros queramos, y situaciones que ni siquiera se van a desarrollar aunque nosotros queramos. En este sentido, queda mucho por aprender.

Así, se ha llegado al extremo de querer tener recompensa inmediata por absolutamente todo lo que hacemos; si nos duele la cabeza nos tomamos una pastilla para que rápidamente desaparezca el dolor, en vez de esperar a que nuestros recursos sean los que paren la molestia (que tenerlos, los tenemos); si queremos adquirir cualquier objeto y no tenemos dinero en efectivo, lo pagamos con la tarjeta de crédito porque no podemos esperarnos, o en el caso de los niños y adolescentes, intentan como sea conseguirlo y se enfadan cuando sus padres no se lo ofrecen; y ya, en situaciones más preocupantes, robamos cuando no tenemos ni dinero ni tarjeta de crédito, insultamos al profesor cuando no nos deja salir al patio, pegamos al compañero porque no nos da un cigarro, y asesinamos a nuestras parejas porque, 10 minutos antes de ello, hemos mantenido una fuerte discusión.

Bien; todos estos comportamientos deben activar la alarma para empezar a intentar, de nuevo, inculcar la tolerancia a la frustración desde otros ámbitos efectivos. Esto no solo es tarea de los padres; también lo es del colegio y de la sociedad en general. Además, no conseguir siempre lo que deseamos nos hará valorar más las cosas y por tanto, cuidarlas, al mismo tiempo que ayudará a asumir más responsabilidad entorno a ellas.

Está claro que algo tiene que cambiar; con el paso de los años, si no se hace, la sociedad será tan destructiva que se nos irá de las manos. A los mayores les queda mucho por enseñar y a los pequeños, mucho que aprender.

Así que habrá que ponerse manos a la obra...

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